Monografías

Historia, música y teatro

Hay muchas maneras de acercarse a la historia. Durante las pasadas fiestas del Pilar 2012 tuve la fortuna de disfrutar una de ellas. El grupo Divinas puso en escena la obra enchanté!, un cabaret que pone al acance del espectador una parte de la música y de la historia en el París previo a la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial.

Escuchar las canciones y leer las referencias históricas que acompañan el programa de la obra son una buena excusa para montar unas clases de sociales diferentes en las que los personajes históricos adquieren otro carácter: un dictador melómano, una vedette espía o una canción capaz de apasionar a los dos bandos.

Este es el recorrido que proponen las Divinas y que yo reproduzco:

La gran Edith Piaf fue símbolo de la resistencia, es cierto, protegió como pudo a artistas judíos y cantaba algunas canciones con doble sentido como tu est partout, evocando a los resistentes.

Sin embargo, su fama la llevó a actuar para las autoridades nazis que solicitaban su presencia, entonces la Piaf aprovechaba para mover hilos que le permitieron ayudar a algunos artistas judíos y actuar para prisioneros franceses. Se fotografiaba con ellos y los rostros recortados de esas fotos sirvieron para falsificar algunos pasaportes hacia la libertad.

Michel Emer, un joven compositor judío le pidió a Edith que cantara una canción suya, ante la insistencia del compositor, la escuchó y enseguida se enamoró de la canción L’accordéoniste (la que incluyen Divinas en su espectáculo. La nueva compañía de la cantante no fue bien vista por los nazis y ambos huyeron a la zona no ocupada hasta que se produjo la liberación.

Josephine Baker, negra y mujer de un judío, estaba en Francia cuando sucedió la ocupación nazi y actuó, no solo para los nazis, sino como espía al servicio de la resistencia, por lo que llegó a recibir la legión de honor. En las partituras de sus músicos se escondían, escritos con tinta invisible, mensajes secretos que recorrían el territorio francés, viajaban a Lisboa… Ahí va este Foxtrot de Jacques Pills y Georges Tabet.

Mein kleiner grüner kaktus fue uno de los grandes éxitos del grupo alemán Comedian Harmonists. Los nazis les prohibieron cantar en público (parece que eso de yo tengo un cáctus verde no gustaba demasiado a los nazis) pues tres de ellos eran judíos que se vieron obligados a emigrar a América donde, por cierto, fracasaron por ser alemanes, aunque muchísimos otros judíos corrieron peor suerte. Los restantes miembros del grupo fueron movilizados por el ejército alemán, así que podemos decir que la banda se partió en dos bandos (oprimidos y opresores). Solo he podido conseguir esta grabación del grupo original en la que, obviamente, no aparecen en las imágenes, pero proporciono una fotografía a continuación.

Der Fuehrer’s Face es una parodia del himno nazi Horst Wessel Lied. Disney (a quien se atribuyen simpatías hacia los nazis antes de la gran guerra y a la que algunos atribuyen la ausencia de Hitler de este filme) lo usó en un corto de animación anti-nazi protagonizado por el pato Donald. Ahí aparecen Hideki Tojo (primer ministro del Japón en guerra), Göring (comandante supremo de la Luftwaffe), Goebbels (ministro de propaganda nazi e íntimo amigo de Hitler) y Mussolini (el dictador italiano), en el país de Nutzi (se pronuncia igual que Nazi) land (tierra de locos).
Aunque el jazz estuvo perseguido por el nazismo, por lo que tiene de raíces negras, rebeldía e improvisación,  Goebbels usó makin’ whoopee de Walter Donalson y Gus Kahn, con la letra cambiada, para hacer propaganda antisemita, acusándoles de provocar la II Guerra mundial. Ahí va la con la letra original en una estupenda versión de Dr. John and Rickie Lee Jones Sing.
En misterioso asesinato en Manhattan, Woody Allen dijo que cuando escucho a Wagner durante más de media hora, me entran ganas de invadir Polonia. Es cierto que Richard Wagner fue el músico de cabecera del nazismo, aunque el compositor tuvo ideas anarquistas y revolucionarias (no en vano fue compañero de barricadas de Bakunin), y ello nos da una idea de lo manipuladora que pueden llegar a ser las ideologías. Los nazis encombraron a Wagner como el compositor del nacionalsocialismo, ensalzaron la figura de los músicos germánicos y denostaron hasta la condena a músicos extranjeros como Tchaikovsky. Sin embargo, en el búnker donde Hitler se suicidó encontraron piezas del compositor ruso y de otros como esta deliciosa danza de los pequeños cisnes. Y es que una cosa es lo que se prohíbe por ideología y otra bien distinta es de lo que el ideólogo se priva.
Claro que Wagner estuvo presente en numerosos acontecimientos nazis, incluso en algunas batallas. Cuenta Guy Sajer en el soldado olvidado que los tanques alemanes hicieron sonar la cabalgata de las Walkirias en una batalla desesperada del frente ruso. Fue, dice «el acompañamiento adecuado para un sacrificio supremo». También fue utilizada en apocalypse now, pero eso era solo cine.

En un país que se rindió a los ocupantes nazis y cuyo gobierno fue cómplice no es extraño encontrar personajes colaboracionistas, al fin y al cabo, la resistencia no fue un fenómeno generalizado y contó con una abundante presencia de republicanos españoles exiliados. Uno de esos colaboracionistas fue Charles Trenet, al que su homosexualidad y la sombra de sus ocultos orígenes judíos no dejaron mucho más camino que actuar gustosamente para los ocupantes. Uno de sus éxitos más celebrados por los nazis fue este boum.

Lilí Marlene es una canción que gustaba, por igual, a las tropas alemanas y aliadas. A Rommel le encantaba la canción de Schultz y Leip. Tanto que pidió que se emitiera por Radio Belgrado , fuente de propaganda nazi, a diario. Las ondas de la emisora traspasaban las líneas y llegaban hasta las tropas aliadas, de esta forma los dos bandos podían escuchar la canción que se convirtió en un fenómeno de masas para ambos contendientes. Goebbels intentó prohibirla porque podía minar la moral de las tropas, pero las protestas de los soldados nazis fueron de tal magnitud que radio Belgrado la siguió emitiendo todas las noches.

We’ll Meet Again, de Ross Parker y Hughie Charles, cantada por Vera Lynn era uno de los temas preferidos en el programa de radio «Sincerely Yours» en el que las familias americanas dedicaban canciones a los soldados. No es extraño que fuera muy demandada, su letra dice:

Nos volveremos a encontrar,
no sé dónde,
no sé cuándo,
pero sé que nos volveremos a encontrar
un día soleado.

No deja de ser curioso que fuese Charles Trenet quien hizo música de estos versos de Verlaine (chanson d’automne). La curiosidad viene porque la popularidad de la canción de este colaboracionista hizo que la letra fuera empleada por los aliados como dódigo en el desembarco de Normandía. Aunque esta canción no pertenece a la obra, sí se cita en ella y creo que es un buen epílogo para este trabajo.Youtube no me permite insertarlo, así que dejo el enlace.