Leer y recitar
En el tiempo de lectura, recitar poesía es una práctica que la escuela ha ido abandonando; es cierto que memorizar romances o la canción del pirata, como nos mandaban hace años, no parece la mejor práctica, pero la lectura declamativa de un poema proporciona a la lectura todo un mundo de matices que conviene practicar.
Cuando leamos poesía en voz alta, se supone que hemos pasado por un proceso previo: lectura en silencio, reflexión, comprensión de los recursos, del mensaje… Es un proceso largo, que podemos convertir en un ritual, sobre todo si, cuando la leemos, practicamos el recitado enfático y, además ambientamos el momento: luz, música, imágenes…
En ocasiones, podemos convertir la poesía en un juego, en un acertijo, como en este soneto de Martín de San Martín, en el que el autor consiguió no incluir ninguna A:
El sol en el cenit tiene esplendores
tiene hermosos crepúsculos el cielo;
el ruiseñor sus trinos y su vuelo;
corriente el río, el céfiro rumores.
Tiene el iris sus múltiples colores,
todo intenso dolor tiene consuelo;
tienen mujeres mil, pechos de hielo
y el pomposo vergel tiene sus flores.
Tienen sus religiones los creyentes,
tiene mucho de feo ser beodo,
tiene poco de pulcro decir mientes,
todo lo tiene el que lo tiene todo
y tiene veinte mil inconvenientes
el escribir sonetos de este modo.
También podemos disfrutar con poemas-pintura de Alberti, como el que introduce este articulo, o con magníficos libros ilustrados, como el libro de las preguntas de Pablo Neruda e Isidro Ferrer, sólo por poner algún ejemplo. En este caso podríamos escanear las imágenes que acompañan a los poemas de Neruda para proyectarlas mientras recitamos el poema. Posteriormente se tratará de analizar la imagen y el poema a la vez.